En estos días compartía en mis redes sociales que cuando los hijos llegan a nuestras vidas, no sólo se adueñan de nuestro corazón, si no que se apoderan de nuestra cama. Estoy totalmente de acuerdo con esto, ellos llegan a revolucionar nuestra vida para bien, un movimiento sísmico de emociones, una montaña rusa de felicidad, porque iluminan nuestra vida con solo sonreír. Claro, toda esta felicidad tiene un precio, sencillito de pagar: tu sueño. Y ¿Es acaso las cosas son gratis en esta vida?
Cuando escribo sobre esto, recuerdo cuando estaba embarazada que muchas personas me dijeron: “¡Aprovecha de dormir ahorita, porque después más nunca volverás a dormir corrido!”. Y yo decía, la gente si es metida, exagerada, ¿por qué opinan en lo que no deben? Y es que en realidad ¡No se equivocaron!
Ahorita me preguntan ¿Dormir? Yo respondo de forma irónica: ¿Es un chiste? Porque es verdad, más nunca volví a dormir corrido. ¿No les ha pasado que están agarrando el sueñito, se acomodan rico para dormir, y cuando ya se disponen a cerrar los ojos un dulce llanto interrumpe aquel placentero momento? Un llanto que no se terminará hasta que le des la tética y de ahí a dormir torcida toda la noche. O si nos vamos más allá, ¿Están agarrando el sueño y escuchan un grito a lo lejos que dice “mamaaaaaa”? esto es cuando ya nuestros hijos han crecido y es que ese es nuestro día a día, sobre todo, después de un día rudo de trabajo.
Cuando somos mamás, no volvemos a dormir corrido, ya sea porque nuestro bebé no nos deja dormir o porque vivimos en una sensación constante de alerta, además llegamos a desarrollar nuestro sexto sentido femenino, muy típico de nuestro instinto como mujer para estar alerta ante cualquier necesidad de nuestro hij@, incluso cuando él y tú estén dormidos.
Los primeros días de nacidos son fuertes, tu bebé nace desorbitado por no entender dónde está y porqué ya nada es tan cálido como cuando estaba adentro de la barriguita. Durante estos días dormir es solo un recuerdo que ves algo lejano volverlo a experimentar, sin embargo, tienes fe de algún día volver a hacerlo. De una vez aprovecho y les digo, tener un bebé es una prueba de amor para un matrimonio, pero de eso hablaré la próxima semana.
Retomando. Después de haber pasado algunos días de nacido, el dormir pocas horas se convierte en algo habitual porque debes amamantarlo a cada hora. Con el tiempo debes protegerlo de sus pesadillas, después enseñarlo a dormir solo y ya cuando son adultos es la preocupación de estar pendiente de tu pequeño que para ti nunca creció.
Mis amigas me cuentan que cuando tienes 2 años te desvelan porque aún sienten miedos de dormir solos, algunos sienten eso teniendo 4 o 5 años también. Luego cuando tienen 12 años, la preocupación es la adolescencia y cuando pasan los 15 los problemas se ponen peor a medida que va pasando cada año, es por eso que se dice que más nunca vuelves a dormir, porque cuando crecen, los motivos para desvelarse son distintos. “No importa la edad que tenga tu hijo, para ti siempre será pequeño y siempre te preocuparas por él”, así dice mi mamá.
Ser madres es el oficio más sacrificado del mundo y no te lo pagan. Sin embargo, como ya les he dicho anteriormente es el que mayores satisfacciones te deja. Creo que si en otra vida me preguntaran si quiero ser mamá, no lo dudaría dos veces, porque a pesar de lo difícil que resulte cuidar a tu hijo y tenerlo al día con sus medicamentos, pañales y fórmulas en estos tiempos y en este país, es tan grande verlo dormir mientras tú te desvelas, que incluso hay noches en el que las horas de madrugada se me pasan súper rápido con tal de verla dormir en sana paz. Allí me siento recompensada, me siento bien pagada y siento que no tengo que pedirle nada a la vida, ahí entiendo que cuando me preguntan si duermo o no, es el mejor chiste que me han contado, porque me río de verdad sabiendo, que no volví a dormir corrido más nunca, pero tengo conmigo a mi hija, que cada día me hace más guapa y apoyada.
Y recuerda… la vida te pone pruebas a diario, te caerás, te golpearás, sentirás que te rindes, pero la esencia de todo es levantarse y volverse a levantar.
¡Hasta un próximo biberón!
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