Imposible no quebrarse al ver a Ronaldo Peña, en la zona mixta, bajar su cabeza y hablar entre lágrimas por haber perdido la final contra Inglaterra. A esa edad, se siente más el fútbol y son más sinceras las declaraciones. Seguro ya se había echado un baño en los camerinos recordando cada pasaje del partido y, cree uno el periodista, que estaría con cabeza fría para hablar del juego en ese pasillo que conduce al autobús. No fue su caso. Imposible. Todo lo contrario. Comenzó a hablar y nos quebramos todos.
Estos muchachos no entraron en la historia de la FIFA, esa donde solo aparecen los campeones. Porque ya sabemos que a los segundos no los recuerda nadie. Pero sí quedará grabado en cada venezolano esos madrugonazos ganadores, esos trasnochos felices que eran la previa a una bestial represión. A tantos días sin dormir se sumaron otros siete que fueron el alivio a tanta bomba, a tanta muerte, a tantas heridas. Pero por favor, no comparemos más ambas luchas. Una ya terminó; la otra sigue. Y nunca fueron parecidas.
Cuando esta selección sub 20 clasificó al Mundial, yo les dediqué un “Arriba y en la esquina”. Esa vez cerré mi escrito así: “Espero sigan creciendo en Corea del Sur y pasen muchos días por allá ganando, goleando y, si es necesario, alzando la voz”. Y así fue. Alzaron la voz jugando y fuera del engramado también. Me pareció coherente el reclamo de Dudamel a Maduro. El yaracuyano no tiene la necesidad de callar, ni debe temer que lo despidan sabiendo lo chavistas que están en la FVF. Trabajo no le va a faltar a Rafael, menos ahora. Por cierto, ya le sonó el teléfono desde Colombia. Era (y es) inaceptable que esta selección le estrechara la mano a Maduro o a algún integrante de la banda del dictador. Por respeto a los venezolanos que llevan más de dos meses en las calles, no pueden sentarse en el mismo lugar con esos delincuentes. Dudamel hizo bien en desmarcarse de eso anticipidamente.
Ser campeones del mundo no cambiaba nada, pues el país seguiría siendo el mismo hasta no sé cuándo; la FVF seguiría podrida e importándole muy poco el fútbol nacional; los clubes venezolanos seguirían siendo la cenicienta en las copas Libertadores y Sudamericana.
Ser campeones del mundo no cambiaba nada para nadie, ni para el que cumplirá este viernes 75 días en la calle protestando pacificamente; ni para los periodistas deportivos; ni para los pesos pesados de la Vinotinto mayor.
Ser campeones del mundo no cambiaba nada para nadie, solo para ellos, para esos chamitos que salieron a jugarle de tú a tú a Alemania, que bajaron del tren a los gringos, que le dijeron chao a los japoneses, que le robaron el pastel de la boca a los uruguayos (y hasta unos coñazos le dieron luego en el hotel), y que le metieron miedo a los ingleses hasta el último minuto.
Sé que Lucena soñará muchas noches que ese disparo que pegó en el palo entra sútilmente en el arco; y que Peñaranda no olvidará jamás ese penal fallado. Solo para ellos su vida cambió a partir de ahora: ¡son subcampeones del mundo! Y eso lo hicieron solo ellos y el cuerpo técnico, que nadie se adueñe de esa hazaña. Chicos, no permitan que más nadie sienta que fue parte de ese logro. Eso les pertenece. No importa si no logran grandes contratos en el exterior. No. Importa que creyeron en ustedes y eso es lo primero, creer en uno. A partir de ahí llega todo lo demás, y ya ustedes dieron un paso gigante.
Nos leemos el próximo lunes.
¡Abrazo de gol!
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