Con toga y birrete
A David…
Juymar García
Periodista Venezolana
Profesor Universitario
Nada más emocionante que entrar al gran salón de la Universidad Santa María, cuando se abren las puertas, suena Santorini de Yanni, la gente espera la entrada de los graduandos, tiemblan las manos y late fuerte el corazón, hacen su paseo por la nave, toga y birrete lucen hermosos, comienza la cuenta regresiva, el es último día que estarán en los espacios que los vieron crecer y realizar un sueño.
Yo hice ese paseo en 2004, y pronto me uní a la plantilla de profesores, no porque estaba en mis planes, sino porque se dio así, y no lo desprecie.
He estado cientos de veces en el salón de grados, he vibrado nuevamente en cada acto, con cada toga planchada, con cada birrete al aire, he visto sus caras convertirse en risas y llantos de alegría, se lo que sienten mis muchachos cada vez que reciben su medalla, cuando elevan y baten su título logrado con tanto sacrificio.
Ayer le privaron de todas esas emociones a David, de pasearse por la nave de su logro, de gritar “¡ehhhh, nos graduamos, uh!!!” , “ Y dónde están, y dónde están , y dónde están, los que nos iban a raspar!!!” ayer, en medio de una guerra que no era de él, pero que defendió con su vida, le arrebataron la ilusión de ver sus esfuerzos recompensados.
Pelotón, apunten, fuego, sin tiempo de despedirse, con un arma mortal en sus manos; una piedra, y como escudo de defensa; un morral vacío, que quedó profanado por las balas asesinas que descocieron su toga y reventaron el birrete.
Y me viene a la mente aquella escena de Jesús rumbo a El Calvario, y me pregunto al igual que él «Elí, Elí ¿lemá sabactaní?» – «¡Dios mío, Dios mío!, ¿por qué me has abandonado?» no puedo pensar en otra cosa, porque los veo caer inertes y mi corazón no se consuela, porque un duelo viene tras otro, del que aún no he sanado.
En pocos días una toga quedará guindada, y un birrete no sudará sus sueños, el camino por la nave al pronunciar su nombre, será hacia el firmamento, su paseo será en carroza, no recogerá sus pasos en las aulas que lo vieron, no intercambiará sonrisas con sus pares, no cantará el Gaudeamus y sólo oraciones, se elevaran por felicidades.
No tendrá fiesta de grado, ni anillo para el recuerdo, tendrá solo una bandera con que cubrirán sus restos, y el soldado, ese maldito, que alzo su arma contra el pueblo, deberá dormir tranquilo, felizmente y satisfecho porque le quitó la vida, pero nunca sus derechos.
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