Un placer saludarles una vez más. Agradeciendo a todos el respaldo y la receptividad durante estos días. Me agrada que les gusten los temas, sobre todo el de la semana pasada cuando escribí de las mamás y las piñatas. Me gusta leer sus comentarios y saber que al escribir esto, evocan recuerdos de momentos hermosos que han vivido con sus hijos. Esa en esencia es la idea de mis líneas.
En esta oportunidad les comentaré sobre los cambios, el miedo que implica hacer cambios cuando somos padres. Sobre todo, a las madres. Cuando como mujeres se nos presentan cambios, a pesar de ser más arriesgadas que los hombres, muchas veces sentimos miedos porque sabemos que tenemos el combo completo que podría verse beneficiado o afectado: familia, esposo, hijo y muchas responsabilidades por atender.
Pero ¿qué implica un cambio? ¿Qué significa sentir miedo frente un cambio? Bueno creo que todo cambio implica temor por lo desconocido. A veces decimos que es mejor “malo conocido que bueno por conocer”. Pero ¿Qué tan cierto es que un cambio nos debe dar temor?
Cuando somos madres y esposas nos acostumbramos a caminar de la mano con nuestra familia, aprendemos a no pensar en individual si no en colectivo, pero muy importante, aprendemos que cada cosa que hacemos nos permite crecer también en familia. Entonces de allí viene la parte bonita del cambio, que una vez que te llega por sorpresa, te permite contar con el apoyo de los tuyos, te permite reinventarte y descubrir eso bonito que sembraste y que ahora llega a ti por gracia del Universo.
En la vida, podemos sembrar y cosechar. En artículos anteriores les he hablado precisamente de la ley del causa y efecto. Y quizás de allí vienen los cambios. Muchas de las ocasiones en las que ocurren los cambios es porque el Universo nos tiene preparado algo para mejor. Obvio sentimos temor al quedar desempleadas cuando somos madres, a cambiar de empleo, a empezar desde cero. Nadie ha dicho que empezar de cero sea fácil y obviamente la cosa agobia un poco más cuando no estamos solas, pero es allí cuando nos toca entender que todo sucede por alguna razón.
Nos caemos y nos levantamos, lloramos y nos secamos las lágrimas, aprendemos a fluir, aprendemos a agradecer y sobre todo a reinventarnos, a saber, que si un camino se cierra pues nos toca tomar vías alternas. Cuando somos madres, no nos podemos dar el lujo de decaer, por el bien de nuestros hijos, por el bien de nuestra mente e incluso por bienestar personal.
Es así como voy concluyendo la idea, ya que recientemente me tocó vivir una fuerte sacudida de la vida, de esas que te dicen o te llevan a preguntar ¿por qué a mí? Eso no tiene sentido, solo sirve preguntar ¿Qué debo aprender de todo esto? Cada cosa, cada persona, cada momento, ¡Nada es circunstancial!
Así que amigos míos hoy les digo, siendo una persona sumamente organizada y que se lleva por agendas, que muchas veces la vida te hace re-agendarte por completo, la vida no es rígida, no es cuadrada, la vida es un lienzo que te permite pintar muchas veces, pero también reinventar la obra.
Aprendí y sigo aprendiendo porque la vida es un aprendizaje diario, queda de nosotros ser humildes para bajar la cabeza y aceptar lo que debemos asumir de cada situación.
Y recuerden…. ¡Dios escribe derecho en líneas torcidas, casi siempre, todo es cuestión de fe!
¡Hasta un próximo biberón!
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