Siendo coherentes con la Declaración de Lima del pasado 9 de agosto y manteniendo el espíritu de solidaridad y búsqueda de soluciones consensuadas a la crisis venezolana, es que el gobierno de los Estados Unidos hizo pública una nueva Orden Ejecutiva del presidente Donald Trump, donde se imponen “Sanciones Adicionales con respecto a la situación de Venezuela”.
Para entender el significado y alcance de estas nuevas medidas hay que contextualizar el marco de la misma. En primer lugar, hay que entender que el régimen se sostiene económicamente del ingreso petrolero y con la caída de los precios del barril se ha deteriorado mucho más la calidad de vida de los venezolanos porque el modelo populista no es sostenible. En segundo lugar, los ingresos que entraban producto de las operaciones financieras eran en su mayoría para pagar la deuda eterna que por cierto, entre octubre y noviembre, Venezuela debe pagar U$ 4MM y en tercer lugar y no menos importante, debemos tener presente que parte de ese dinero se está destinando a la compra de armas y no a la importación de medicinas y alimentos que tanto necesitamos los venezolanos.
Hay que destacar que esta nueva Orden Ejecutiva lo que impide es aumentar la capacidad de endeudamiento y el pago de dividendos u otro tipo de beneficios para el Gobierno de Venezuela o cualquier institución controlada directa o indirectamente por este, sin olvidar un detalle importante de la operación; los Estados Unidos puedan comprar petróleo venezolano antes de 90 días evitando una pérdida de ingresos para el país.
La PDVSA de hoy no es la poderosa empresa de hace unos 15 años. La estadal petrolera se ha convertido en la principal generadora de dinero inorgánico – que sin ningún tipo de control – pasa directamente los recursos a manos del Ejecutivo quien los usa indiscriminadamente. Y he aquí la razón del por qué prohibir las deudas con vencimiento superior a 90 días con PDVSA y 30 días con el Gobierno de Venezuela, así se reduce la liquidez necesaria para el régimen.
Tanto China como Rusia se han opuesto a las sanciones impuestas por el gobierno de Estados Unidos, una decisión nada sorpresiva desde la perspectiva geopolítica. El argumento maniqueísta de ambas naciones es que “los venezolanos deben resolver sus problemas por su propio gobierno o su pueblo”. La sola enunciación es extrema y egoísta pero hay que tomar en cuenta que tanto China como Rusia, son cómplices de las violaciones a los Derechos Humanos en Venezuela a través de la venta de armamento en los últimos años. En el tablero global para los chinos y rusos es importante mantener las relaciones comerciales con nuestro país e incluso, ayudar a colocar el petróleo venezolano en nuevos mercados en expansión porque con ello aumentan la dependencia y la presencia en América Latina.
Por su parte, La Unión Europea ha respaldado las sanciones impuestas por Estados Unidos. Este hecho se traduce en un aumento en el cerco levantado en torno al régimen de Maduro porque su margen de operatividad disminuye.
En las últimas horas en el panorama internacional entró a escena Francia; país que en otrora fuese un importante proveedor militar de Venezuela. El presidente francés, Emmanuel Macron, ha dicho en una reunión con sus máximos representantes diplomáticos que en Venezuela se está estableciendo una dictadura a un costo humano sin precedentes. Con estas declaraciones otro importante actor europeo que no se había manifestado de forma abierta finalmente lo ha hecho.
Hay que ver las dos caras de esta moneda llamada sanciones. Si bien representan un importante dilema para Maduro, el régimen aun cuenta con un importante margen de operación porque no se bloquean los ingresos petroleros y por tanto, es falso lo que dice la presidenta de la ilegitima Asamblea Nacional Constituyente, Delcy Rodríguez, en cuanto a la escasez de alimentos y medicinas. Nada tienen que ver las recientes decisiones del gobierno de Trump con la crisis que vive Venezuela desde hace varios años.
Por otro lado, el riesgo de default aumenta así como su dependencia de Rusia y China, pero con la certeza de que la geopolítica no es la misma que en los años de la Guerra Fría, cuando la URSS sostenía económicamente a todos sus satélites y aliados. El realismo político se impone en el concierto de las naciones y el pragmatismo de ambos países – hoy aliados al régimen – está más que demostrado.
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