La semana pasada me invitaron a una entrevista sobre la situación de los valores en el país. Un tema amplio y complejo de abordar, sobre todo por el riesgo de quedarnos solo en el análisis teórico del problema.
Decidí aprovechar una diligencia para comprar unas medicinas en una farmacia de La Candelaria y poner todos mis sentidos para detectar lo que, seguramente, veo diariamente, pero no logro observar con la atención necesaria por estar pensando en lo que tengo que hacer a futuro y no con que estoy viviendo en el momento.
A las 11 en punto salí de la sede de Cecodap, a 3 cuadras de la estación del metro de Chacaíto. Al iniciar la caminata lo primero que observé fue las maltratadas aceras, sus grietas, huecos, ausencia de alcantarillas… Desperfectos que diariamente trato de esquivar para no tener otro accidente como el de meses atrás en el que se me fracturó la nariz por culpa de una acera rota.
Al llegar a una esquina de la avenida Casanova topé con un grupo de 6 personas, entre los que se encontraban 3 niños, que se disponía a almorzar sacando los desperdicios de la basura. Seleccionar lo “comible” mientras destrozaban las bolsas y esparcían el resto de los desperdicios en la calle. Dos perros hacían lo posible para comer los suyo.
Con esta imagen continúe mi recorrido rumbo al metro. En la trayectoria un joven terminó de tomar su café y lanzó el vaso al piso, podía pasar de desapercibido porque no era el único recipiente en el suelo del bulevar de Sabana Grande.
A un costado, en una larga y apretada cola la gente se empujaba para lograr entrar a las camionetas que van al este de la ciudad.
Logré llegar a las puertas de la estación, cerca de la entrada, dos niños menores de 12 años, vendían cigarrillos. El mayor ostentaba uno en su boca. Entré al metro, las escaleras mecánicas no estaban funcionando. Continué con mi tarea de observar y pude percatarme de gente muy delgada. Una esbeltez que mostraba deficiencia de nutrición. Otras con ropa deteriorada y en malas condiciones higiénicas. Entraba y salían caras de no estar precisamente alegres, serenas, satisfechas, al contrario algunos rostros lucían grises, a pesar de estar escondidos con el maquillaje, ausentes de sonrisas.
Por el torniquete reservado para las personas de la tercera edad dos adolescentes, una mujer joven con un uniforme azul descaradamente se coleaban sin que nadie dijera nada.
Con un poco de retraso, por fin llegó el vagón: En Chacaíto entra y sale mucha gente, con el impulso del empujón entramos de un solo golpe. Las palabras “disculpe”, “buenos días”, “permiso” brillaron por su ausencia.
De pronto una voz de una mujer se escucha en el pasillo: “Disculpen, no es mi intención molestarlos, solo quiero pedir apoyo para comprar una base para sostener la bolsa que debo llevar por una operación de colon que me hicieron en el hospital hace poco, no le deseo a nadie lo que estoy pasando… si me quieren ayudar que Dios los bendiga y si no también”
Antes de llegar a la próxima estación se dispuso a recoger el dinero de quienes se compadecieron, paradójicamente venía de las personas que se veían más golpeadas económicamente.
Por fin llegué a la estación Parque Carabobo, bajé del vagón y miré el piso en el que resaltaban múltiples pegostes. La sección que estaba cubierta por un desgastado vinil grisáceo, se notaba que en algún momento fue negro. Resaltaban recuadros de vinil que levantaron y no fueron sustituidos. Al salir de la estación un hombre, en plena entrada, se bajó el cierre de la bragueta y comenzó a orinar al lado de la puerta, delante de todo el mundo, entre los que se encontraban tres funcionarios de la Policía Nacional Bolivariana.
Por suerte, muy cerca estaba la farmacia, entré y tomé mi número. En la cola como un eco se escuchaba el acostumbrado: “No hay”. Llegó mi turno. Pregunté por el medicamento para la tensión que estaba buscando. Sin haber terminado la frase la farmaceuta exclamó: “se agotó”. Con rabia, frustración e indignación miré mi reloj y vi que eran las 11:20 am. Tomé aire y continué mi periplo.
Durante 20 minutos viví y sufrí un deterioro físico y humano que golpeó mis ojos. Me dolió sentir que de tanto topar con él podemos llegar a acostumbrarnos.
Hasta la próxima resonancia
@oscarmisle
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