De pequeño me preguntaba si era posible conocer a una persona sin verla. Con el pasar del tiempo, alguien me hizo definir esa postura. Una persona que carece del sentido de la visión pero que utiliza su tacto, olfato, oído y gusto, para conocer y recrear, para ubicarse y detectar peligro, reconocer y disfrutar, para saber si la comida la hicieron de mala gana o con cariño. Esa persona es Alberto Carrillo.
En enero de 2015 vinimos a Bogotá mi esposa y yo, principalmente para completar sus estudios de postgrado en odontología. Soy comunicador social y ejerzo como realizador desde hace unos 10 años. En Colombia he tenido la oportunidad de continuar desarrollando mi profesión y también mantengo contacto para proyectos en Venezuela.
Los primeros días luego de haber llegado a Bogotá, Alberto quien ya llevaba varios años en esta ciudad, nos abrió las puertas de su casa mientras nos mudábamos, un hecho de gran valor siendo inmigrantes. En el exilio nuestra amistad se ha fortalecido notablemente y he estado presente en algunos de sus logros más recientes tal cual fue graduarse como profesional en Psicología de la Universidad de La Sabana.
Él continúa con ganas de educarse y acaba de ser admitido en una Maestría de Psicología Clínica y quedará en una estadística sorprendente. Un estudio del DANE, afirma que menos del 1% de las personas discapacitadas en Colombia posee estudios de Doctorado o Maestría, y los números son similares en toda América Latina. Es mi pasión documentar historias y creo que esta es sumamente importante para promover la educación, el pilar fundamental de toda sociedad.
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