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El Diván de Gladys Rodríguez

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MENDICIDAD

Por: Gladys Rodríguez

Por todos lados que vamos nos encontramos gente pidiendo. Niños y adultos, plata o comida, cada vez más… alimentos. La impotencia me invade cuando me los encuentro, quisiera ayudarlos a todos, pero obviamente la crisis nos golpea y tampoco podemos asumir como nuestro un problema acentuado por el modelo que han implantado desde el Gobierno.

Decir a veces “no puedo” me descompone, me hace sentir culpable. Y dar comida a todo el que encontramos hoy se hace cada vez más difícil por los altos costos. La semana pasada, me bajé a hacer unas compras en un supermercado y en una panadería, un local está al lado del otro. En la entrada de ambos locales por lo menos 5 personas pidiendo, entre grandes y niños. Me sentí agobiada, todos me pidieron. A una adolescente, a quien por cierto le vi fortalezas en su personalidad, le dije  una frase que creo varios hemos dicho, dentro de nuestra impotencia “Mi niña, este ejercicio de pedir deberías hacerlo en Miraflores, a ver si el Presidente se conmueve”. Acto seguido la joven comenzó conmigo un debate. “No sé donde  queda Miraflores además me preguntó ¿qué culpa tiene Maduro? Ni él ni Capriles, ni ninguno, va a hacer nada”. A lo que respondí, buena parte de lo que hoy vivimos es consecuencia de un mal Gobierno. Le dije, te sugiero estudies, estudiando vas a entender muchas cosas, entre otras, esto que te estoy diciendo. Me replicó “yo estudio en el Gustavo Herrera”, entonces le respondí, te toca estudiar más para comprender mejor. Luego me soltó esta frase, que me generó aún más tristeza, “si uno no trabaja no come”. Le respondí, así es, ¿sabes cuántas personas están dedicando prácticamente todo el día a trabajar, incluso haciendo varios trabajos  para tan solo comer, y ahora ni para eso les alcanza?, y ¿con esto que me quieres decir? ¿Qué tu estás trabajando? ¿Qué pedir es trabajo?,  a lo que ella me contestó, “¿cuál es el problema si siempre ha habido gente pidiendo?”…Jamás como ahora, le dije, mira a tu alrededor, en este pequeño espacio hay cinco. Ella quería seguir, se interpuso un niño y me dijo, “está bien señora si Usted no puede no se preocupe”. Me calmó, con la ingenuidad propia de su edad, me permitió hacer pausa en mi impotencia. Y para cerrar le dije a la joven, por favor estudia, que si estudias vas a entender por qué estamos así y algún día me darás la razón. Además te va a dar las herramientas para trabajar, ganar dinero con tu esfuerzo y no seguir pidiendo. Me monté en el carro… respiré profundo. Hice una última parada antes de llegar a casa. En la siguiente parada me encontré también dos niños pidiendo, bien vestidos. Les dije, los estoy viendo muy seguido por acá. Me respondieron “no señora esos son dos amigos nuestros”, y les pregunté ¿por qué  no están en su casa jugando, es viernes en la tarde?, me respondieron, “ya lo hicimos”. Les pregunté, ¿Ustedes estudian? “Si en las mañanas”, y ¿qué hacen acá? ¿Dónde están sus madres? “En la casa”. Con un nudo en la garganta, entré al local donde con frecuencia me paro. Pedí dos chupetas, salí, y les dije por favor hijos, no dejen de estudiar. No se acostumbren a pedir, pórtense bien siempre y aprendan a trabajar para ganarse con su esfuerzo el dinero que les permitirá cumplir sus sueños. Abrieron las chupetas, sus ojos brillaron, me monté en el carro, y a la distancia me seguían despidiendo y agradeciendo.

Sé que es una utopía que todos en el mundo puedan tener todo. Siempre y por múltiples razones, va a haber quien tenga más, y quienes tengan menos. En una sociedad con una economía sana, y un buen plan de gobierno, las personas trabajan y pueden cumplir metas, alcanzar objetivos. Así vemos que personas de bajos recursos alcanzan posiciones altas con importantes ingresos y no solo por jugar beisbol o ser un futbolista estrella.

Básicamente con educación desarrollan destrezas y con esas destrezas y conocimientos pueden comerse el mundo o la porción del mundo que deseen. Pero la realidad es que siempre va a haber un grupo en condiciones de pobreza que con planes sociales estructurados y sostenibles en el tiempo, independientemente del Gobierno de turno,  se atiende para, inicialmente asegurarles lo mínimo necesario como comida, medicinas y techo. Y luego poco a poco se le va dando las herramientas para que salga de su condición.

Sobrados ejemplos hay en el mundo de propuestas gubernamentales que atienden a los más necesitados, a esos que por diferentes circunstancias están en pobreza extrema. A los demás toca enseñarles a pescar. Pero a este Gobierno pareciera no interesarle ser formador de conciencias críticas e independientes. Buena parte de sus planes sociales básicamente buscan dar el pescado, y ¡vaya que pescado!

Según el último estudio de la Organización Cáritas de Venezuela, 35,5% es el total de niños pobres, de cero a cinco años, que presenta alguna forma de desnutrición, mientras que 41 % sale a mendigar comida o buscar alimentos en la basura. Lo más dramático está por venir, no hace falta ser experto para presumir que ese porcentaje de desnutrición y mendicidad va a aumentar. Según la ENCOVI 2016, 93% de los hogares no tienen suficientes ingresos para comprar alimentos.

Destaca Leonardo Rodríguez, Director de la Casa Don Bosco, que atiende a niños en situación de calle “Las circunstancias que estamos viviendo en 2017, no son las mismas que las de 97. Yo podría hablar que en el año 1997 había un nivel de explotación, pero actualmente nos enfrentamos a una hiperinflación y escasez brutal de alimentos. Ante la urgencia del caso se están dando respuestas por parte de personas que salen a la calle a repartir comida y eso refuerza la conducta de que la comida no se consigue en un supermercado, sino en la calle. Santa en las calles lo que significa es: ve a la calle que te damos lo que necesitas. Esa situación no es buena. Es buena en cuanto a la ayuda humanitaria, pero debe ser respaldada por políticas públicas competentes que refuercen el valor de superar la pobreza y estamos a un paso de entrar al umbral de pobreza crónica. Es muy difícil poder explicarle a la gente cuál puede ser la respuesta adecuada, es decir,  ante la aguda crisis muchas personas con un alto nivel de solidaridad están saliendo a repartir comida y esa es una forma de respuesta humana, sin embargo, tiene el contra de que la gente va a terminar quedándose en la calle porque los están resolviendo. El ciudadano de a pie debe entender que si le da dinero a un niño, refuerza la conducta de permanecer en la calle y evidentemente hay algunos espacios que van a ir caminando hacia la explotación laboral, económica y sexual del sujeto. Eso está en aumento y el ciudadano no puede contribuir a la mendicidad. No se puede justificar, porque cuando lo hacemos estamos criminalizando la pobreza y haciendo que la persona refuerce una conducta que no es correcta”.

¿Complejo no?, ¿qué hacer? Mientras el Gobierno sigue empeñado en desconocer y no rectificar. Cuando además utiliza la necesidad como herramienta de manipulación y dominación, a través de planes populista que para ese grueso no formado resulta en “generosidad”. Que complejo…

Ojalá este artículo llegara a esos millones de venezolanos que están aún creyendo en este sistema, en este Gobierno y peor aún agradecen al responsable por las bolsitas de comida que les dan, cuando lo correcto es exigir al Gobierno efectividad, transparencia, planificación a corto, mediano y largo plazo, un plan económico coherente de desarrollo,  una economía sana, sin los controles perversos que acaban con todo, sin la inflación y desabastecimiento que nos oprimen y empeoran nuestra calidad de vida, exigir propuestas sólidas de producción, oportunidades para emprender, oportunidades de empleo, oportunidades para crecer y la base de todo…una verdadera formación, una educación de primera.

¡HASTA LA PRÓXIMA SEMANA!

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