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El Diván de Gladys Rodríguez

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¿HASTA CUÁNDO?

Por: Gladys Rodríguez

Todos los días nos toca lidiar con dos problemas graves, palpables y de los que el Gobierno niega responsabilidad. La escasez y la hiperinflación. Siempre la culpa es de terceros y no del modelo terrible que impusieron desde que llegaron al poder en 1998. Bueno, la realidad es que nos llevaron a una condición de “post guerra” jamás vista en la historia de Venezuela. Este fin de semana, intenté hacer un mercado mayor por lo poco que tenía en la casa, intenté, pero no logré del todo el objetivo, porque lo que buscaba no lo encontraba o lo que encontraba lo descartaba por sus altos precios. Igual algo compré, salí con algunos productos, pero no les voy a hablar de montos que aún me tienen en estado de shock, para lo adquirido.

Sí, quiero en este artículo reseñar las penurias con las que me topé. Supuse que algo estaba llegando, cuando vi pocos carritos de supermercado estacionados. Usualmente, voy a una misma cadena, pero ese día buscando alternativas decidí  ir a uno que suele ser muy visitado por los denominados “bachaqueros”.

Qué tristeza me invadió, desde que crucé la puerta sentí el caos que se apodera cada vez con más fuerza de nuestro país. Largas colas, gente caminando de un lado a otro con absoluto desorden  Y carritos llenos de productos que por su bajo precio se vuelven atractivos para los revendedores. Servilletas, harina pan, azúcar, arroz, pan, carne, pollo, papel higiénico brillan por su ausencia. Perdón, corrijo, ahora se consigue un papel que dista mucho de una calidad óptima para su consumo, envuelto en plástico blanco cuya marca desconozco por su presentación, pero es lo que hay.  Marcas que en mi vida había visto, y de las cuales no tengo idea de su calidad de origen. Precios que te golpean la psiquis y cuesta asimilar. Sra. ¿Cuánto cuestan estos bombillos? Pregunté, “140000 Bs.” ¿cada uno? “Sí cada uno”. Todavía para el momento que escribo este artículo estoy tratando de asimilar ese costo, como la supuesta devaluación que según el economista Luis Oliveros podría llegar el año que viene a 16 millones de bolívares por dólar y que un escenario posible para esta grave crisis es que “la basura no nos alcance para comer”. Juro que no logro imaginar cómo sería eso, a pesar de la actualidad que ya es muy dura. Pero bueno volviendo al tema, veo los bombillos y pienso, ¿cómo hacemos para iluminar tantas mentes que aceptan esta miseria y peor aún se acoplan como si fuese normal, o por lo menos así luce cuando vas a lugares como estos, de ventas de artículos de primera necesidad? Siempre hago la misma reflexión. “Que capacidad para destruir y más siendo este un país tan rico” y “que capacidad la del venezolano para aguantar”. Sigue siendo una mayoría la que dominada “se cala” esta situación y todavía agradece al victimario como si fuese una víctima que hace grandes esfuerzos por ayudarlos, por ejemplo con las bolsas clap o el carnet de la patria. Por Dios, ¿Hasta cuándo?.

Algunos anaqueles te hacen pensar que estas en un país como decía arriba en post guerra. Adicional al deterioro evidente de la infraestructura de estos locales que en tiempos pasados hacían siempre el esfuerzo por lucir mantenidos.

Veo la mayonesa, no lo puedo creer. En mi casa hacía rato que no la consumíamos. Me acerqué para tomar dos, cual compradora nerviosa, me quedé con una cuando vi el precio. Una señora a mi lado se fue sin ninguna, no pudo con el costo. Cerdo es lo que se consigue, los refrigeradores casi apagados. Mi corazón se va arrugando en la medida que avanzo o retrocedo sin rumbo claro en este pequeño espacio reflejo del país. Y la gente… la gente, algunos horrorizados, abrumados como yo, otros como robots comprando lo que sea para especular luego en ese mercado paralelo, negro, perverso consecuencia de los controles del llamado Socialismo del siglo 21. ¡Cuánta distorsión!. A los  productores los amenazan hasta con cárcel si venden a un precio superior al establecido, precio que ni siquiera cubre los costos de elaboración, mientras el bachaquero especula con el mismo producto y se lleva una gran tajada.

Llegué a la caja con el corazón partido en dos. La señorita me preguntó ¿va a llevar los productos en bolsas? Claro, ¿Cómo me los llevo si no es en bolsas? A lo que me respondió cada bolsa cuesta 200bs.

Mi corazón latió con fuerza, pero de impotencia…

Le ofrecí al muchacho que empacaba algo de lo que estaba llevando como forma de pago por su servicio, “no tengo efectivo” le dije.

Salí del local afligida, golpeada. Cuando metía las bolsas en el carro el joven me comentó, “esa tableta de chocolate podría ser para mis sobrinos”. Se la di, mientras el señor que “cuidaba el carro” me pedía algo más para él. En mi cartera conseguí 500 bs, se los entregué…

Mientras me alejaba en el carro, sentía el peso sobre mis hombros, la carga emocional que esa otrora actividad placentera me había dejado…

Mi pregunta fue la misma de siempre ¿Dios, hasta cuándo?

¡HASTA LA PRÓXIMA SEMANA!

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