QUE DESPECHO TENGO
Por: Sandra Villanueva
He de confesar que cada día se me hace más difícil escribir esta columna y no porque no tenga pasión por este oficio, sino que cada día, por más que intente desconectarme de lo que sucede en el país, siempre vuelvo al mismo punto y, peor aún, una vez en el, no sé ni por dónde empezar, pues el discurso ya suena repetitivo. Es como una sensación de despecho, tal cual como cuando una historia de amor se acaba.
Cuando uno está como llaman “despechado” uno está triste, desesperanzado, no ve futuro, piensa que el mundo se acabó y le repite la historia de su desdén a todo aquel que se topa en su camino. Mi despecho se llama VENEZUELA.
Cuando hablo de lo difícil de escribir estas líneas, me refiero a que evito a toda costa caer en lo negativo; intento en el que fallo a menudo. También me cuesta caer en el positivismo esperanzador, pues lo hice durante mucho tiempo y hoy en día sería incapaz de escribir o tratar de transmitir algo que no siento. Como les decía, es tal cual un “despecho”, uno de esos que solo cura el tiempo y la voluntad del individuo para salir de el, más aún cuando todavía se siente algo profundo por el ingrato amor que lo causado.
En mi tránsito por este guayabo, se me desgarra el corazón cada mañana cuando camino del colegio de mi hijo me topo con gran cantidad de personas a las puertas de los supermercados. Cada mañana me toca transitar por 4 supermercados de las grandes cadenas. Allí, mientras el semáforo cambia de luz, veo centenares de personas en su cola, pisoteadas, aglomeradas. Las veo en el suelo, harapientas, con rostros de hambre y desesperanza. Mujeres con sus bebés en los brazos mendigando lo que por derecho les corresponde. Allí converge la miseria, la degradación humana, la violencia. Aunque lo vea a diario, no me acostumbro y hasta siento una rabia profunda al pensar que la gran mayoría ha convertido tan degradante actividad en su principal fuente de trabajo, en un país donde es más rentable ser “bachaquero” que tener un trabajo honesto. Como un enamorado despechado, puedo entender sus razones, pero mucho me cuesta justificarlos.
En ese trayecto matutino escucho la radio, cada programa de opinión, cada entrevista. Noto el esfuerzo de mis colegas por llevar la información, sin embargo escucharlos es como si estuviese escuchando el programa del día anterior, pues no sucede nada. Todo es reiterativo, repetitivo, tanto así que se pone difícil hasta para los mismos analistas, pues la situación está clara, la salida se sabe, pero el juego está trancado. Escuchamos en la radio las mismas palabras: El gobierno no toma medidas contra la inseguridad y la situación económica, los índices inflacionarios, esto no se sostiene más, vamos hacia la debacle total del país, la salida es electoral, si no hay cambio de gobierno no hay cambio en el país, diálogo sí, diálogo no y así llevamos meses oyendo lo mismo en cada medio, sin hechos noticiosos que nos den salida y que en verdad nos den un asomo de para donde va esto.
Como buen despechado, adonde voy y con quien me reúna, voy echando el cuento de mi pena de amor, de amor por esta patria. Cuando me preguntan ¿cómo estás?, contesto como el desengañado: aquí voy… Un día a la vez. Todos te dan ánimo, o tú se lo das a ellos. Ya no se sabe si el despechado eres tú o somos una comuna de milonga sentimental con corazones rotos.
Como todo enamorado, aún guardó esperanzas. Siempre que uno suele estar en este estado de despecho, alberga en su pecho la esperanza de que ese amor perdido vuelva. Así estoy yo, soñando y rezando para que mi país vuelva.¿Y es qué por qué tengo yo que terminar radicalmente una relación con quien amo?. Por qué he de dejarte si yo soy quien soy por ti. Aquí están mis recuerdos, mi familia, muchos de mis amigos. Aquí cultive una carrera, un sueño, y trabaje duro cada día. Aquí está mi hijo, me sé tus calles, tus olores, tus sabores. Entonces ¿por qué te me estás haciendo extraña? ¿Por qué me empujan a dejarte y no quererte o quizá por qué tu ya no me quieres a mí? ¿Que te hicieron Venezuela?.
Me he sorprendido a mí misma llorando sin querer al escuchar una canción venezolana mientras recorro la Cota Mil y contemplo el hermoso paisaje. Te veo de lejos Caracas cuando subo el Ávila y aún me produces taquicardia de lo linda que te ves. Es que definitivamente estoy DESPECHADA. Hablo de nuestros tiempos pasados, cuando éramos felices y no lo sabíamos y el corazón se me pone chiquitico. Y aunque estemos medianamente “terminados”, me da rabia cuando otros hablan mal de ti.
En estos tiempos de tránsito entre el amor y el odio, no queda más ante la incertidumbre que comportarse como lo haría un despechado. Para olvidar la pena de amor que lo envuelve reúnase con amigos, escuche música, péguese mucho a sus afectos, vaya al psicólogo si lo necesita, haga ejercicio, enfóquese en su trabajo, plantéese nuevos proyectos, reinvéntese. Quizá cuando usted esté bien, tendrá la fortuna de que su amor vuelva, o quizá usted ya estará listo para buscarse un nuevo amor, pero cuando los amores son eternos y profundos es muy difícil olvidarlos y sustituirlos. Yo, por mi parte, por un tiempo más seguiré trabajando para que mi amor vuelva, ese amor llamado Venezuela.
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