Al vernos pensarían que somos amigos de toda la vida, pero nuestro encuentro fue casi casual, de esos que se dan sin planificarlo y por medio de un tercero. El barbudo Randy y la simpática May, son de esas jóvenes parejas venezolanas que han decido apostarlo todo en su proyecto gastronómico en el país, no tiene local ni un gran capital, pero la fe en su producto y las ganas hacerlo bien son los cimientos necesarios para levantar lo que hoy es Pataconos Gourmet.
Tienen poco tiempo en el mercado, pero sus patacones en forma de cono han calado rápidamente en el buen gusto de quienes los prueban todos los domingo en Topo Tepuy, lugar donde tiene un modesto puestos que llama la atención de los visitantes por lo original de su concepto, aunque desconocen si otra persona en el país se ha intentado hacerlos también.
Encendiendo el fogón
La idea no surgió de un momento a otro. Randy, cocinero de oficio, y May, chef profesional, emprendieron la tarea de salir al ruedo culinario con algún producto venezolano y que gustara; pero para llegar a ese punto, debieron pasar un par de meses leyendo recetas e ideando forma de presentación, hasta que llegaron a los patacones en forma de cono.
El producto era solo el inicio, ahora cómo hacerlo de una forma sencilla y rentable era el verdadero reto, pues ambos conocían muy cerca lo cuesta arriba que puede ser en el país emprender un negocio culinario, con la actual situación que se afronta. Semanas de ensayo y error, y hasta uno que otro utensilio fabricado a la medida, pusieron al dente esa idea de cómo fabricarlos sin problema.
Manos a la obra
Una vez concebida la idea y el proceso, los caraqueños Randy y May –que de zulianos sólo tienen la personalidad– renunciaron a sus trabajos y prendieron la llama del negocio que ahora ocupa sus fines de semana, principalmente los domingos desde muy temprano, ya hacer el cono de patacón puede ser un proceso laborioso, aunque explicarlo suene sencillo.
Es hacer una masa con el plátano verde, envolverla en un molde en forma de cono y sofreírlo, comenta May, quien explica que el detalle está en hacerlo delgado para que se mantenga crocante, pues si es muy grueso podría resultar incómodo para comer, “pero también pensando que debe ser lo suficientemente fuerte para sostener todo el relleno. Ahí es donde está el detalle”, complementa May Lyn Taka, una chica tan venezolana como la arepa, pero descendiente de japoneses, chinos y portugueses.
Tú eres el chef
Aunque la intención en su momento fue crear un menú, se desligaron de esa idea, pues querían satisfacer al cliente. Ahora, los comensales pueden elegir su combinación partiendo de tres grandes divisiones: Fuerte que incluye pavo, pavo agridulce, pavo barbecue, pavo teriyaki, carne mechada y vegetales salteados (este último para los vegetarianos); Rico conformado por pico de gallo, ajonjolí, maíz, piña, crema de caraota y pimentones asados; por último tienen Sabroso con queso telón, mayonesa, salsa de tomate y guasacaca.
Con todos estos ingredientes los amantes del patacón pueden elegir una opción de Fuerte, tres de Rico y cuatro de Sabroso, para quedar satisfecho con su patacono. “Todos quedan contentos con sus elecciones y nosotros felices porque ellos puedan comer algo que realmente les gusta, pues siempre pedían que le pusieran esto o le quitaran aquello”, añade Randy.
Mordisco a mordisco
Las ganas por probar uno de estos pataconos era indetenible, la amabilidad con que te atienden Randy y May solo demuestran la pasión que tienen por su negocio. Esta oportunidad pedí uno tradicional, primero colocan un poco de guasacaca de un color mostaza, mayonesa, salsa de tomate y crema de caraota, luego la verde lechuga con el pico de gallo y el queso telón, le siguen la piña troceada, los pimentones rojos asados, el tierno maíz y por último coronan con la carne mechada con más guasacaca, mayonesa, salsa de tomate y crema de caraota.
Es difícil de imaginar que tal cantidad de elementos pueda entrar en un cono un poco más ancho que una barquilla, de la cual lo primero que se ve es su color moreno, igual al del tostón bien hecho, decorado con ese festival de colores que te dan los ingredientes del patacono. Su aroma es particular por la mezcla de tantos ingredientes, donde predomina el olor ese guiso del almuerzo que tenía preparado tu mamá cuando llegabas del colegio al mediodía.
Aunque no hay una metodología de cómo comerlo, la mejor forma es ir poco a poco. Primero puedes comer la parte de arriba con un tenedor, para degustar el primer bocado que me recordó esos pabellones de mi abuela: el guiso jugoso de la carne, con la crema de caraotas toman tu paladar por segundos, cuando la guasacaca –con ese tradicional ají picante que se nos escapa- toma el protagonismo.
Una vez terminada la carne mechada, conseguimos los pimentones asados y la piña que logran casarse en el gusto de forma extraordinaria, mientras el nivel se va elevando con el Pico de gallo, que luego de unos segundos es atenuado por el queso. Para este momento, ya tenemos rato desapareciendo el patacono mordisco a mordisco acompañado del ideal sonido del “crunch”, mismo que no habla de un producto fresco.
Como toda barquilla, o “cono” mejor dicho, lo bueno también está al final, donde ha decantado el juego de la carne y el resto de las salsas para fusionarse con la base del patacono, que en un solo mordisco, terminas con la degustación de este producto que nunca se desarma, por el contrario, siempre mantiene su firmeza para beneficio de aquellos comensales que somos un poco torpes con las manos.
El éxito de este producto podría llevar a sus dueños Randy Ramírez y May Lyn Taka a posicionarlo como una franquicia nacional e internacional, pero curiosamente sus creadores no esperan verlo en un local o restaurante, sino más bien se visualizan en un Food Truck recorriendo todos los rincones y llevando su sabor por toda la nación.
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