Cuenta la leyenda que Cracovia se fundó tras la derrota de un dragón, y tal vez por eso la ciudad esté envuelta en una especie de atmósfera mítica. Se siente en su castillo, pero también en sus iglesias museos y plazas del casco antiguo. En Kazimierz, el antiguo barrio judío, las sinagogas que sobrevivieron reflejan la tragedia del siglo XX y sus animadas plazas y calles secundarias simbolizan la renovación del siglo XXI. Aquí y en todo el casco antiguo hay centenares de restaurantes, bares y locales nocturnos.
Cracovia es una ciudad para pasear, entre el juego natural de arquitectura y luz que se percibe en sus calles, intentando comprender la mezcla de pasado y presente que no puede faltar en cualquier visita a Polonia. Estas son 10 razones que harán que te enamores de la ciudad.
La colina de Wawel – La primera experiencia obligada en la ciudad es sumergirse en el pasado polaco visitando los museos del señorial castillo de Wawel y de la catedral, ubicados en lo alto de una colina cuya cima concentrar más historia que cualquier otro lugar del país y actualmente es uno de los reclamos turísticos más populares de Polonia. Eso sí, si queremos que la visita sea algo más que un paseo hay que reservar un mínimo de cuatro horas (y madrugar en verano para evitar excesivas colas).
La fábrica de Schindler – Cracovia ha sobrevivido a una intensa historia de guerras, conflictos e invasiones, pero sobre todo, quedó marcada por la II Guerra Mundial. Un museo interactivo alojado en la antigua fábrica de esmaltes de Oskar Schindler, el famoso empresario que salvó la vida a muchos parientes de sus empleados judíos en pleno Holocausto, narra la ocupación nazi de Cracovia entre 1939 y 1945.
De paseo por el casco antiguo – Paradójicamente, las invasiones tártaras del siglo XIII fueron, en realidad, un regalo para Cracovia, ya que permitieron a la ciudad crear un armónico trazado de calles tras la devastación provocada por estas. Casi dos siglos después, la ciudad quedó cercada por una doble muralla defensiva de tres kilómetros de longitud, con 47 torres, ocho entradas principales y un amplio foso. Permaneció en pie hasta principios del siglo XIX, cuando se demolieron sus muros –solo se conservó una pequeña sección al norte– se cegó el foso y se trazó el parque Planty, una zona verde en forma de anillo que rodea el casco antiguo y ahora es uno de los atractivos de la ciudad.
El barrio judío – El otro gran centro de interés de la ciudad es Kazimierz. Durante buena parte de su historia, fue una localidad independiente, con sus propios fuleros y leyes municipales, en la que convivían judíos y cristianos. Aunque ahora es muy diferente, sigue siendo interesante. Está a un corto paseo desde la colina de Wawel y el casco antiguo y, además de sinagogas, iglesias y museos, acoge algunos de los mejores cafés y restaurantes de la ciudad.
Las minas de Wieliczka – Unos 14 kilómetros al sureste de Cracovia se encuentran estas famosas minas de sal, un fantasmal mundo de pozos y cámaras esculpido a mano a partir de bloques de sal. Sus 300 kilómetros de túneles están distribuidos en nueve niveles, el más profundo de los cuales desciende hasta los 327 metros bajo tierra. La sección abierta al público, compuesta por 22 cámaras comunicadas por galerías a una profundidad de entre 64 y 135 metros, permite recorrer por dentro este microclima famoso por sus propiedades conservantes y curativas: a unos 235 metros de profundidad hay un sanatorio dedicado a afecciones alérgicas crónicas.
Fuente: El País
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— CaraotaDigital (@CaraotaDigital) 2 de junio de 2017
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